
Cuando tienes ganas de llorar, lo mejor es un amigo que te ofrezca su hombro.
Cuando cometes una estupidez, lo mejor es un amigo que quizá se eche a reír, pero que no se apartará de ti pase lo que pase.
Cuando tengas los nervios destrozados, lo mejor es un amigo que te escuche con una sonrisa en los ojos y te diga que pronto pasará.



